6/12/19

Demasiado viejos para correr



El genial prólogo de  Damian Belfry para El Viejo y el Narco
DEMASIADO VIEJOS PARA CORRERTodavía no. Todavía no somos demasiado viejos para correr. Para huir de los problemas. Para mirar hacia otro lado. ¿Qué hace falta para dejar de vivir con miedo?No tengo la respuesta, pero Ricardo Vilbor y Max Vento nos dan algunas claves. Tal vez la gota que colma el vaso llega con la amenaza  perder tu casa, el hogar que tanto te has esforzado en construir. Un lugar sagrado que atesora los recuerdos de una vida al lado de tus seres queridos. Las paredes entre las que has visto crecer a tus hijos. Donde has reído junto a los tuyos y derramado lágrimas cuando nadie te veía.Pero esa gota no te convierte en un valiente en veinticuatro horas. El miedo no desaparece así como así, aún hay cosas que perder. Has tenido que recibir la educación adecuada para negarte a caer de rodillas. A luchar por lo que consideras justo. Los ejemplos que te han legado tus mayores son importantes. Por ese motivo, don Alejo hace lo que hace, lo que tiene que hacer.Una locura.Y lo hace sin esperar nada a cambio. Aunque, tal vez, su leyenda sirva de ejemplo para que las siguientes generaciones tengan menos miedo. Para que sean más justos. Para que luchen contra la corrupción que gobierna el mundo y derroten a algunos malos por el camino. 
En definitiva, para que tengan más tiempo y más vida. 
Ricardo y Max nos cuentan una historia que ocurrió en México. Pero no hay que irse tan lejos para conocer a otros narcos, a otros policías que trabajan para proteger los intereses de los poderosos y a políticos que no representan ni defienden a su pueblo.Y es que no se me ocurre mejor manera de describir está obra, que con las palabras que Ricardo pone en boca de don Alejo. 
“Estas páginas son un “chinga tu madre” a los malos: a los opresores, a los corruptos. A los tiranos del miedo. A los cobardes que crean pobreza e incultura y que viven de ellas.”Sigamos corriendo, pero cambiemos de dirección. Ya va siendo hora de que el miedo lo tengan otros. 
Pero esa gota no te convierte en un valiente en veinticuatro horas. El miedo no desaparece así como así, aún hay cosas que perder. Has tenido que recibir la educación adecuada para negarte a caer de rodillas. A luchar por lo que consideras justo. Los ejemplos que te han legado tus mayores son importantes. Por ese motivo, don Alejo hace lo que hace, lo que tiene que hacer. 
Una locura. 
Y lo hace sin esperar nada a cambio. Aunque, tal vez, su leyenda sirva de ejemplo para que las siguientes generaciones tengan menos miedo. Para que sean más justos. Para que luchen contra la corrupción que gobierna el mundo y derroten a algunos malos por el camino. 
En definitiva, para que tengan más tiempo y más vida. 
Ricardo y Max nos cuentan una historia que ocurrió en México. Pero no hay que irse tan lejos para conocer a otros narcos, a otros policías que trabajan para proteger los intereses de los poderosos y a políticos que no representan ni defienden a su pueblo.Y es que no se me ocurre mejor manera de describir está obra, que con las palabras que Ricardo pone en boca de don Alejo. 
“Estas páginas son un “chinga tu madre” a los malos: a los opresores, a los corruptos. A los tiranos del miedo. A los cobardes que crean pobreza e incultura y que viven de ellas.”Sigamos corriendo, pero cambiemos de dirección. Ya va siendo hora de que el miedo lo tengan otros.

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