28/7/09

Repóker de futuro

El día en que comenzaba el Salón de Barcelona, el suplemento cultural del diario El Mundo publicó a doble página este artículo analizando las nominaciones a autor revelación. Según Felipe Hernández Cava, el autor del artículo que, a su vez, ganaría dos premios por Las serpientes ciegas, "la final podía inclinarse del lado de cualquiera: Jacobo Fernández Serrano (Vigo, 1971), Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981), Pere Mejan (Barcelona, 1972), Javier Peinado (Madrid, 1977) y Max Vento (Valencia, 1977)"


REPÓKER DE FUTURO
Hoy comienza el XXVII Salón del Cómic de Barcelona, inmejorable ocasión de tomar el pulso a la novísima creación que representan los cinco candidatos al premio Josep Totain al autor español revelación. Felipe Hernández Cava, candidato a su vez al premio a la mejor obra del año y al mejor guión, nos los presenta a continuación.

Hasta hace bien poco un joven historietista parecía abocado a tener que tomar partido entre alinearse con una interpretación del medio ortodoxa o heterodoxa, como si ambas no pudieran ser permeables e igualmente enriquecedoras. Seguramente, pesaba sobre esa dicotomía la fractura, más ficticia que real, establecida a raíz del estallido de lo vanguardístico en los años 70-80 del pasado siglo. Hoy, en cambio, y más allá de lo que se podría interpretar como una vuelta al conservadurismo, somos muchos los que percibimos en los trabajos de los dibujantes que irrumpen por vez primera en el cómic un buen aprendizaje y aprovechamiento de lo que antaño parecían opciones enfrentadas. Lo experimental sigue teniendo su hueco, aunque sea reducido, pero entre los recién llegados está bastante supeditado a la necesidad de contar historias del mayor aliento posible. En ese sentido, lo joven empieza a percibirse como una circunstancia, lo que en el fondo es, y no como una condición, aunque el Poder siga pensando que puede extraer mayores réditos convenciendo a los propios interesados de que su vivencia es más bien lo segundo. Y, vistas así las cosas, lo primero que me llama la atención de los nombres seleccionados por los profesionales para optar al premio Josep Toutain al autor español revelación, en este XXVII Salón Internacional del Cómic de Barcelona, es que muchos de ellos, por su solvencia, podrían estar compitiendo en la misma categoría que se reserva para los veteranos. No es una apreciación nueva: desde que se crease este galardón en 1988 todos los que lo recibieron pudieron haber optado al que recayó sobre quienes tenían una trayectoria más acreditada. Al mismo tiempo, y en la medida en que se hace hincapié en el dibujante como autor, me parece que se olvida el papel fundamental que en esa valoración han jugado los guionistas: Santiago García, en el caso del libro de Javier Peinado, y Josep Busquet, en el de Pere Mejan, capaces ambos, con su talento, de extraer lo mejor del nominado en esa colaboración. Cinco autores son, en cualquier caso, los que tendrán que vérselas en esta final que podría inclinarse del lado de cualquiera: Jacobo Fernández Serrano (Vigo, 1971), Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981), Pere Mejan (Barcelona, 1972), Javier Peinado (Madrid, 1977) y Max Vento (Valencia, 1977).

Jacobo Fernández Serrano Los que admiramos la aventura de la publicación gallega Golfiño, modélico ejemplo de revista infantil, descubrimos en sus páginas a este ilustrador e historietista capaz de adaptarse camaleónicamente al mercado del libro infantil y de texto, pero apto también para aprovechar la libertad, cuando ha gozado de ella, y sorprendernos con álbumes tan imaginativos como Los amigos de Archimboldo Roque, (80 páginas de recopilación que valen por 800, gracias a la riqueza de su contenido: esas tan pequeñas como grandes historias que el rinoceronte blanco de un solo cuerno nos cuenta sobre sus amigos) o con esa joya, Aventuras de Cacauequi, que le valió el premio Castelao de cómic, y que viene a confirmar que lo heterodoxo bien entendido, cuando está avalado por una poética de gran calado, cuenta con un horizonte ilimitado para hablar de lo más hondo que hay en los seres humanos.

Alfonso Zapico
Lo dije ya en El Cultural y lo vuelvo a repetir: conozco pocos jóvenes autores que tengan la capacidad de narrar a lo grande, como era el sueño de cualquier novelista que se preciara en el siglo XIX, que este hombre posee. El dibujo un tanto caricaturesco, que podría a priori ser un hándicap para los temas que le gusta abordar (la guerra de Crimen en La guerra del profesor Bertenev o el conflicto entre israelitas y palestinos en Café Budapest), acaba por aceptarse como el más idóneo y coherente con la sutileza con que en esos contextos conflictivos se conducen unos personajes que el lector percibe con más sangre y músculo que los estereotipos que suele hallar habitualmente en los tebeos.

Pere Mejan
él y su colega Josep Busquet urdieron en La revolución de los pinceles una apasionante ucronía (la revuelta de los dibujantes de historietas en el siglo XVIII para emanciparse de la tiranía de los editores), en la que dio toda una lección narrativa de creación de atmósferas. Con cierto sustrato caricaturesco, como en el caso de Zapico, y una capacidad innata para elegir el punto de vista en cada viñeta, Mejan, notable colaborador de Cavall Fort, cuenta además con una inmejorable capacidad para entender las sombras y el papel narrativo que estas pueden desempeñar.

Javier Peinado
Sería un error ver en él tan sólo un aventajado alumno de la mejor línea clara y de los maestros francobelgas de la misma. Lo que nos sorprendió a muchos fue su capacidad para controlar el tiempo y el ritmo de cada secuencia, a lo que no es ajena la colaboración de Santiago García, tan buen guionista como teórico, en esa versión libérrima de La tempestad de Shakespeare. Como modélica es su concepción de la página y la utilización del color como elemento autónomo para contar aquello que el dibujo es incapaz de transmitir.

Max Vento
Sin ninguna clase de estridencias, pegado a la piel de sus personaje, ese Pablo, del que contamos ya con dos entregas, Aspirante a actor y Noche de citas, que sueña con conquistar la gloria y el reconocimiento público, Vento está poniendo en pie una notable sit-com en la que, mediante uno de esos estilos claros de la mejor escuela valenciana, lo que más importa es lo que unos y otros de sus protagonistas se dicen. He aquí un buen dialoguista para estos tiempos faltos de discurso.
Felipe Hernández Cava
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