"La polémica que ha suscitado el artículo de Vicente Molina Foix me parece marciana. Si yo fuera un dibujante de cómics estaría encantado de ser eso y nada más que eso, y me molestaría enormemente que alguien viniese a ponerme adornos que ni me corresponden ni me ennoblecen. El cómic tiene una técnica y una forma de expresión propias, tiene su mitología y unos recursos personales y originales. Por lo tanto no necesita mendigar medallas ni medrar en otros campos para parecer más grande, más integrado o más honesto. Se basta a sí mismo siendo lo que es y ponerle calzas para que luzca más airoso es cosa de tontos. Es como si un torero se creyese de verdad eso de que el toreo es un arte y al terminar una faena pretendiese dejar su firma en la arena con la sangre del toro. Qué petulancia. Qué manera de perder el tiempo. Con lo bien que están los cómics, tal y como son, parece como si sus acérrimos quisieran fundar una Academia donde amortajar a los mejores dibujantes en el panteón de los inmortales."Efectivamente, la mayoría de dibujantes de cómic estamos encantados de serlo y elegimos este medio porque su técnica, forma de expresión y recursos lo convertían en el vehículo de expresión idóneo para dar salida a nuestra creatividad. Pudiendo ser pintores, escultores, diseñadores o cualquier otra cosa, decidimos ser dibujantes de tebeos. Y le doy la razón en que los cómics están muy bien tal y como son. Por ello, no queremos adornos pero tampoco menosprecios ni miradas condescendientes.
Cada cual tiene sus gustos y preferencias y esto, naturalmente, incluye a los autores de cómic, que varían en talento e intención. El medio ha ofrecido entretenimiento y carcajadas al estilo de nuestro admirado Ibañez, junto a obras que por su complejidad fueron merecedoras de un premio Pulitzer, como la de Spiegelman que siempre sale a relucir en este tipo de debates. Obviar estas últimas es, en mi opinión, tremendamente injusto. Cuando defendemos que el cómic es arte no estamos diciendo que cualquier cómic es arte. Hablamos de las grandes obras que el medio ha ofrecido y de las que puede ofrecer. No es cuestión de ponerle calzas, sino de reafirmar parte de lo que es y, sobretodo, de no cortarle las alas.
De la opinión de Fernández de Castro se deduce la imposibilidad de un cómic que no sea mero pasatiempo. Confórmense ustedes con entretener, que está muy bien, pero no pretendan estar a nuestra altura. No acabo de entender por qué ha de negarse de facto la posibilidad de que algún dibujante entre en ese panteón de los inmortales del que habla, acompañando a fotógrafos o cineastas, ni por qué es ridículo o petulante tratar de expresar ideas complejas o pensamientos profundos en una serie de imágenes con desarrollo narrativo.
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