21/1/09

¿Leer cómics es leer?

—Es leer pero es que no influye tanto la imaginación… El mundo que te dan es un mundo que ya dibujado y ese es el personaje y esa es la forma que tiene. No puedes imaginar más.


—Hay distintas formas de leer, como leer un libro en la que tu imaginación es la que cobra sentido y tienes que imaginarte… Leer un cómic sirve como entretenimiento. Pero no suele aportar nada. Un libro, yo que sé, una novela o lo que sea, aporta algo más.

Son algunas de las respuestas dadas en un informe sobre la lectura en España. En La Cárcel de Papel estos comentarios han suscitado un debate más interesante que acalorado y de ellos se pueden desprender dos ideas que están muy asentadas en el subconsciente colectivo: es más fácil ver que leer, el libro aporta más porque fomenta la imaginación. Veamos más de cerca ambas afirmaciones.


Las imágenes son universales y los textos, para ser entendidos, requieren saber descifrar un sistema de símbolos, lo que se conoce como el acto de la lectura. Hasta ahí podemos estar de acuerdo en que leer un texto requiere más formación que ver una imagen dado que, al menos, hay que saber leer. ¿Pero qué hay de leer una imagen? ¿Qué hay del análisis de la misma? ¿Y de una sucesión de imágenes? ¿No hay arte que es difícil de ver, o por lo menos de entender? ¿Y eso no es aplicable también al cómic? Cuando hablamos de personas con la suficiente cultura como para que el mero acto de la lectura no suponga esfuerzo en sí mismo –creo que la mayoría en un país en el que la alfabetización es casi universal-, entramos en otro terreno más sofisticado y, ahí, yo creo que la dificultad estriba en la complejidad del texto o de la imagen presentada. En definitiva, la dificultad está en el mensaje y en la presentación del mismo, no en el medio utilizado.


La segunda afirmación, no por muy repetida, resulta menos ridícula si se examina un poco. Con el debido respeto, creo que ni la magia ni el prestigio de la literatura está en que permita imaginar, sino en que permite acceder a lo imaginado por personas de deslumbrante talla intelectual y artística. Nada tiene esto que ver con el “espacio para la imaginación” que, suena casi más a carencia. El esfuerzo intelectual no viene de ponerles cara a los personajes o de imaginar la pradera por donde pasean -no veo que esto suponga tanto esfuerzo, la verdad-, ni de, por ponerlo en palabras de Álvaro Pons, “crear una película mental”, más bien viene de reflexionar sobre los temas o las acciones de los personajes, de seguir las tramas y las subtramas, de valorar los recursos narrativos etc. De hecho, si fuéramos coherentes con esta segunda afirmación de que “el libro aporta más porque hay que imaginar a los personajes”, deberíamos sostener que un serial radiofónico es más enriquecedor que uno televisivo, pues obliga a imaginarse el rostro de los actores, una película en blanco y negro preferible, puesto que hemos de imaginar los colores, una muda mejor que una sonora, dado que hay que imaginar los diálogos (y la voz), una obra de teatro leída, mucho mejor que representada y, por supuesto, preferibla a una novela, puesto que las acciones menos detalladas dejan más espacio para la imaginación. Dentro de un mismo medio, una novela en la que apenas se toca el carácter o las motivaciones de los personajes, apenas se describen los escenarios y apenas se reflexiona sobre nada, el colmo del enriquecimiento personal pues, nos permite imaginar el carácter y las motivaciones de los personajes, los escenarios y realizar nuestras propias reflexiones. Así hasta el absurdo… Cuanto mayores las carencias más hemos de poner de nuestra parte. Y es que los comentarios eran absurdos, pero de un absurdo muy extendido.


Imagen del Blog My Cooltour
Pincha aquí para acceder a la entrada en La Carcel de Papel.

No hay comentarios: