23/6/08

HERGÉ fue acusado de colaboracionismo. Edgar, un tipo robusto, se trasladó a su casa para defenderle.

Georges y Edgar fueron amigos del alma, aunque no quisieran verse. Se conocían demasiado. Uno de ellos, Georges, se hizo famoso, importante. Georges se convirtió en el jefe, el censor, el vigilante celoso de su propio prestigio. Y no tendió la mano a Edgar cuando éste, hundido, le pidió ayuda. Cosas que pasan.
Así comienza La Marca Amarilla, un artículo que El País de hoy dedica a la relación entre Hergé y Edgar Pierre Jacobs. Pincha aquí para leerlo.

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