
Me ha parecido muy buena la portada de la revista The Stranger, ilustrada por Paul Hoppe. Puedes ver más portadas de este semanario de Seattle haciendo click aquí. Si tienes curiosidad, también es recomendable la visita a la página de Paul Hoppe.
Mi reacción ante las críticas.
La verdad es que soy un autor muy poco criticado. En revistas especializadas y en Internet he encontrado más reseñas que críticas en profundidad (quizá no he buscado demasiado bien) y, la verdad, una reseña poco puede influirte. Ahora bien, hay un tipo de crítica que tengo muy en cuenta y que sí me influye, y es la de amigos a los que admiro, respeto y a los que enseño mi trabajo antes incluso de que sea publicado.
Así que, de modo consciente, debo decir que no, nunca (ha influido una crítica en mi trabajo). De modo inconsciente, ¿quién sabe?
El trabajo de los críticos.
Por desgracia no creo que exista en España una crítica profesional. Hay algunos críticos como Manuel Darías, Álvaro Pons, Toni Guiral y algún otro que podrían ser considerados serios, aunque me temo que para pagar sus facturas, tienen que compaginar la crítica de historietas con otra profesión. Su trabajo me parece excelente y muy respetable, desde luego, a pesar de que no siempre comparto sus opiniones ni sus gustos.
Supongo que para alguien que necesita ser orientado los críticos son muy útiles. Personalmente nunca he necesitado que un crítico escriba que un cómic está muy bien para comprármelo, desde luego. También podríamos hablar de los miles de aficionados que, con mayor o menor fortuna, escriben en sus blogs sobre el último cómic que se han leído, pero, a pesar de que todas esas opiniones son muy respetables, no consideraría a estas personas como críticos. Eso ya es otro cantar.
Evidentemente, alguno acabará convirtiéndose en toda una eminencia cuyos artículos haya que tener en cuenta, pero, probablemente, sean muy pocos los blogueros que lleguen a eso.
Resumiendo, no hago demasiado caso a los críticos ni a los blogueros cuando estoy trabajando en el tablero, pero me alegra que estén ahí porque siempre es agradable poder leer diversas opiniones y puntos de vista sobre tu trabajo y sobre el de los demás.
Georges y Edgar fueron amigos del alma, aunque no quisieran verse. Se conocían demasiado. Uno de ellos, Georges, se hizo famoso, importante. Georges se convirtió en el jefe, el censor, el vigilante celoso de su propio prestigio. Y no tendió la mano a Edgar cuando éste, hundido, le pidió ayuda. Cosas que pasan.Así comienza La Marca Amarilla, un artículo que El País de hoy dedica a la relación entre Hergé y Edgar Pierre Jacobs. Pincha aquí para leerlo.
MARJANE SATRAPI en ST. Louis
Por Max Vento.
Los aficionados al cómic que vivimos en St. Louis, hemos tenido la suerte de que la autora de Persépolis haya sido invitada por la Washington University y por la librería Left Bank Books a dar dos conferencias con motivo de su última obra, Pollo con ciruelas. Una vista general de la librería Left Bank Books
"Actor aspirante" de Max Vento: el tebeo se hace adulto | |||||
Herme Cerezo | |||||
| |||||
"Actor aspirante" es un compendio de realidad. Nos cuenta la vida de Pablo, un aspirante a actor que no se fía ni un pelo de su agente y al que su novia Marta acaba de sumir en la soledad del abandono. Un buen punto de partida, sin duda. A partir de ese instante, por las viñetas del álbum – de distintos tamaños y concepciones – desfilará de todo: sus cultivados compañeros de la hamburguesería que, además de tostar pedazos de "Rat burguer" y freír aros de cebolla, se enfrascan en discusiones y charlas de elevado nivel cultural (las atrocidades de Lucrecia Borgia o los documentales sobre vanguardias artísticas), perseguidos por las diatribas que les propina el encargado del establecimiento ("... todo iba mejor cuando los universitarios no se veían obligados a trabajar en empleos basura"); su amigo Rafa, eterno escritor de un filosófico tocho, pastosamente titulado "Consecuencia, la clave de la vida", al que también su novia ha puesto de patitas en la calle; Marmoto, compañero de piso de Pablo, que más que aparecer en el álbum duerme en él; las frustraciones escénicas ("No era lo que buscaban"); las broncas con los clientes ("¡Espérese aquí y luego le atenderemos, caramba!"); la falta de inspiración para componer un monólogo ("¿Por qué no dejas de perder el tiempo y vienes a ver la tele?"); los castings con el sabor a derrota ("Han preferido otras opciones") ... y los sueños. Sueños imposibles, ansias de artista, deseos de elevación a la gloria universal. Saben, mis improbables, si tradicionalmente el cómic (o tebeo) era género de aventuras, policial, de guerra o de humor, salpicado más adelante por la historia o la ciencia ficción, el porno y el cuento, con obras como "Actor aspirante" lo consuetudinario, el día a día, llega al noveno arte, ayudándole a consolidar su mayoría de edad, su condición adulta, un nivel que alcanzó hace ya muchos años. El tebeo (o cómic) ya no es únicamente animalitos, ni vaqueros, ni indios, ni soldados con metralletas, ni género negro trajeado con viñetas. No, el cómic (o tebeo) es un medio narrativo en sí mismo, como acertadamente lo definió Paco Roca en la entrevista que le hice tiempo atrás a propósito de su "Arrugas", otro álbum que transita la misma senda que "Actor aspirante". Termino con un aspecto de esta obra que me parece relevante, porque pone la guinda y le da el toque final: la indumentaria de los personajes, plenamente vigente, que acrecienta la verosimilitud y actualidad del álbum de este dibujante valenciano, al parecer afincado en St. Louis (EE.UU.), donde se gana la vida impartiendo clases en un colegio. Una actividad, la docente, tan noble como dibujar tebeos (o cómics). ____________________ "Actor aspirante", de Max Vento. Editorial Dolmen, 2007. 127 páginas, 15 euros. |
La familia, las relaciones de pareja, la infancia, las convenciones de la pequeña y gran burguesía… Los aspectos más contradictorios de la sociedad que les tocó vivir fueron retratados mordazmente por estos dos titanes del humor gráfico que, en su dilatada carrera, dejaron momentos inolvidables, como el del médico que, al teléfono desde su consulta, promete a su mujer conseguir el dinero que necesitan para satisfacer un capricho “sea como sea”, para asombro del paciente al que está atendiendo. O aquella abarrotada sala de cine donde un miembro de la familia Addams encuentra desternillante el drama que hace llorar al resto del público.