Leo por todas partes merecidísimos elogios a Ronson y poco tengo que aportar... Pero, como me puede el entusiasmo, ¡allá voy! La primera novela gráfica de César Sebastián ha alucinado a propios y extraños y, si no estoy mal informado, su segunda edición es inminente. Hay mucho de este libro para maravillarnos. Lo primero, lo cuidado de su edición. Es un precioso libro/objeto que da gusto tener entre las manos y que realza el dibujo de César. Pero si el continente es un regalo para los sentidos, el contenido es de candidato a Premio Nacional. César es un autor completísimo: es escritor, es artista y es artesano. Pero vamos por partes. La primera, el extraordinario guión. La historia entrecortada con viñetas de un mundo casi olvidado, primario, entrañable y brutal al mismo tiempo. La evocación de este universo, tan lejano y tan cercano a la vez, se hace muy vívida gracias al gusto de César por el lenguaje que, en muchas ocasiones, protagoniza las páginas. Contrasta el “off” literario con unos diálogos naturalistas en los que uno puede casi oír a los personajes. El segundo aspecto es el dibujo, que es realista y preciso a pesar de ser sintético y limpio. Está repleto de detalles de alguien que se ha empapado del ambiente, lo ha entendido y lo ha hecho suyo. Y lo tercero que me parece remarcable es cómo a César no solo le interesa el producto final sino también el proceso. Me da la impresión de que no es de los que se apuntan al “lo que cuenta es el resultado”. Que para él la forma de llegar a ese resultado también es importante, un acto artístico en sí mismo. Quizás por eso hace la rotulación a mano y sus páginas pasan de la plancha original al papel impreso con las mínimas alteraciones. Bueno, todo este rollo se resume en... ¡es un pedazo de cómic brutal que merece de sobra el éxitazo que está teniendo!