19/2/14

Reportaje RTVE sobre "Actor Aspirante" de Max Vento

Reportaje sobre el volumen integral de "Actor Aspirante" en RNE Radio Exterior,  en el programa "La Sonrisa de Mafalda", con Susana Santaolalla y Arturo Moreno Obregón.

12/2/14

En el ABC Cultural

El sábado me sorprendió aparecer nada menos que en el editorial del ABC cultural, dedicado al cómic. Firma el crítico Fernando Lafuente:
"Valga de entre los numerosos ejemplos [de novela gráfica en español] una obra reciente, surgida de un joven autor valenciano, Max Vento (1977), bajo el título de Actor Aspirante (Plan B Editorial, 2013), versión integral de la serie protagonizada por el voluntarioso personaje Pablo Díaz-Strasser. Vento está en la denominada "línea clara", y sus influencias se sitúan en la estela de nombres como Hergé, Daniel Clowes, Max, Daniel Torres, Jaime Hernández, Jose Matt, Dupuy y Berberian. El interés del lector ante la obra de esta historia surge de inmediato al encontrarse unas páginas en las que la desventurada vida de un desastroso y conmovedor tipo que quiere a toda costa ser actor, se ve envuelta en las más disparatadas, pero también verosímiles, escenas. Y es ahí, en la exquisita percepción de una mirada ante la realidad, dondeVento exhibe toda su magia narrativa y plástica. En la expresión de los momentos de vida de ese errático Pablo Díaz-Strasser, en el desfile de sombras que acompañan su sublime anhelo, en el desfiladero imposible sobre el que avanza hacia la nada, se dibuja una tragicomedia de rasgos absolutamente contemporáneos, próximos y críticos. Max Vento es un Woody Allen del cómic, un explorador urbano, un espectador atento a las industrias y andanzas de seres indecisos y entrañables. El uso comedido y elegante de la ironía, las elipsis precisas que hacen del relato un laberinto interior y permiten al lector desentrañar los rincones ocultos del protagonista son el edificio sobre el que se sostiene esta ejemplar obra, modelo de un género ya irremediablemente llamado a ser el género narrativo del siglo XXI".

10/2/14

En profesional y el artista (3). ¡Cuidado con los dobles sentidos!

Hace unos días el dibujante e ilustrador Corominas a raíz, me parece, del debate sobre la profesionalidad en el mundo del cómic puso esto en Facebook:
Estoy una trastienda repleta de cómics de los 90. Cómics hechos por autores que se creían simples artesanos o artistas revolucionarios, guionistas y dibujantes que fueron criticados y alabados, que fueron llamados esquiroles, genios o capullos. Y os puedo asegurar que todos tienen la misma capa de polvo. 
En principio se me antojó una forma muy expresiva y gráfica –no por casualidad viene de un gran dibujante- de decir algo profundo. El autor parece tener razón en su apreciación y además lo expresa de forma hermosa. Pero, ¿realmente la tiene? ¿Lo habría aceptado puesto de forma, digamos, menos poética? Pensado una segunda vez me di cuenta de que había caído presa del doble sentido. Veamos como funciona esto.

Si nos fijamos, el enunciado puede entenderse de dos formas:

La primera, en sentido literal, resalta el hecho obvio de que en una librería de segunda mano el polvo no discrimina entre obras infames y obras sublimes.

La segunda, en sentido figurado, vendría a decir algo más interesante. Todas las obras acaban olvidándose sin importar lo que se dijese de ellas en su momento. El tiempo las iguala a todas (“todas tienen la misma capa de polvo”).

El problema del enunciado es que, entendido en sentido literal es cierto, aunque del todo trivial. Es evidente que el libro de un gran autor es igualmente susceptible de llenarse de polvo que el de un autor mediocre. Y en sentido metafórico, aunque habría sido interesante, profundo y perceptivo si fuera verdad, es completamente falso. Hoy en día se siguen reimprimiendo y leyendo cómics dibujados en los 90 –y mucho antes- y algunos de los autores de entonces siguen en activo. Además el tiempo no iguala sino que discrimina. Unos autores se recuerdan y otros se olvidan. Unas obras quedan y otras se pierden.

Al asentir ante un enunciado así lo que hice, sin darme cuenta, fue tomarlo como verdadero por su significado literal y como profundo por su significado metafórico creyéndolo profundo y verdadero. La lección aquí, es que los dobles sentidos pueden ser resbaladizos y que es muy fácil confundirse si uno no está atento. La popularidad de frases como “ARTE es solo una palabra” o “todo el mundo muere solo” parecen confirmarlo.

No obstante los dobles sentidos pueden utilizarse de forma menos inocente. Me refiero al uso que se le da a veces a la palabra más venerada en el vocabulario comiquero: La palabra “profesional”.

El primer significado del término es meramente descriptivo. Un profesional es alguien que se gana la vida con una actividad. También es alguien que cobra una retribución por la realización de un trabajo.

El segundo significado implica un juicio de valor. Un “profesional”, al contrario que un “amateur” o un “aficionado”, es alguien que desempeña con destreza una actividad. Cuando decimos que alguien es “muy profesional” o “poco profesional”, estamos hablando de la calidad de lo que hace y por tanto emitiendo una opinión.

El doble sentido, en este caso, permite a una persona intelectualmente deshonesta cambiar de significado a conveniencia según como avanza la discusión. Si, por ejemplo, digo que un autor no es profesional o que es poco profesional, cuando éste protesta y sus defensores me acorralan señalando premios, reconocimiento, o buenas críticas, puedo refugiarme en el primer significado de la palabra: “Solo me refería a que no vive de ello”. Y luego, cuando se calma la marea, puedo dejar caer de forma ambigua algo que dé a entender también el segundo significado y, así, ir saltando de uno a otro en beneficio propio. Incluso en su vertiente más descriptiva, la palabra “profesional” es ambigua, porque aceptaría en principio, no solo a quien vive de ello, sino también a quien cobra una remuneración. En el primer caso solo sería aplicable a pocos autores, mientras que en el segundo, sería aplicable a casi todos los que publicamos en España.

Por eso creo que hay que andar con cuidado con términos ambiguos y especificar a lo que nos referimos. O, mejor todavía, no utilizarlos si en el contexto pueden dar lugar a confusiones que caldeen los ánimos. Yo, personalmente, cuando hablo de estas cosas me refiero a autores que viven o no del cómic y así todo el mundo entiende de qué hablo. En aras de la claridad, a veces lo mejor es una perífrasis que evite los dobles sentidos.

- Pincha para leer  El profesional y el artista (1)
- Pincha para leer  El profesional y el artista (2) Cuando el ganador se queda con todo

7/2/14

El profesional y el artista (2) Cuando el ganador se queda con todo.

En una conferencia en la fundación Juan March en octubre de 2013, Javier Cercas hablaba de la sorpresa que le supuso el éxito de 'Soldados de Salamina' (cito de memoria): “Hasta Soldados me leía mi madre y cuatro más, que es lo normal para un autor. Lo habitual es tener cincuenta o cien lectores, vender doscientos libros como mucho. Lo excepcional es que te traduzcan a no sé cuántos países y vivir de la literatura.” 

Y es que esta es una problemática que no sólo se da en el cómic y no sólo se da en España. La realidad es que la inmensa mayoría de gente que publica algo, lo que sea, en Europa o EEUU, no vive de ello. Soy consciente que a más de uno se le escapa la posibilidad de que en los dos grandes mercados de cómic accesibles a los autores españoles, el americano y el francobelga, la mayoría de autores se vean forzados a compaginar su trabajo como dibujantes con actividades mejor remuneradas y, por tanto, argumentaré mejor este punto en la siguiente entrada.

Pero la pregunta permanece: ¿Cómo es que la mayoría de autores no viven de lo que publican?

Volviendo al cómic, algunos dibujantes dan una explicación al respecto que que no me parece en absoluto persuasiva. El problema sería, según esta interpretación, que la mayoría de autores no nos tomamos en serio nuestro trabajo o, más bien, no nos tomamos en serio el cobro de nuestro trabajo. Quizás porque hemos sido manipulados en la absurda noción de que somos artistas y, como tales, queda de buen tono hacer cosas por “amor al arte”. Quizás porque, al trabajar en otras cosas y tener las necesidades cubiertas, no nos apetece mancharnos las manos peleando por mejores condiciones. En el caso de los esquiroles patológicos por las dos cosas a la vez. El resultado de esta falta de nervio guerrero es que el mercado se llena de intrusos que lo devalúan, y esto impide que los “profesionales de verdad” puedan cobrar un salario digno.

Ésta me parece una argumentación completamente errónea aunque disculpable. De hecho, confundir causa y efecto es una falacia tan habitual que hasta tiene su propio nombre en latín: Non causa pro causa o “falacia de la circularidad en causa consecuencia”. Quien incurre toma la consecuencia o resultado de un fenómeno y lo nombra la raíz principal del problema. Dicho de forma práctica y en el tema que nos ocupa: No se trata que al autor que da clases no le preocupe cobrar porque ya gana dinero en un instituto. Es al revés: el autor se ve obligado a trabajar en un instituto porque no puede cobrar más como dibujante.

Por tanto, el problema no es mentalidad perezosa o de esquirol -a todo el mundo, artista o no, le gusta ganar dinero si hay dinero que ganar- . El problema es la naturaleza del mercado editorial. Ojo, no solo del Español. De todos los mercados editoriales. Éste es un tipo de mercado que se conoce como “winner-take-all-market” (el ganador se lo lleva todo). Es decir, un mercado en el cual hay unos pocos que acumulan casi toda la riqueza. Sucede en los deportes, en el arte, en los libros y en la música, entre otros. En general, en actividades que son intrínsecamente satisfactorias, que la gente disfruta haciendo, al margen de la rentabilidad económica y que, por su naturaleza, solo pueden absorber a unos pocos individuos.

En el caso del cómic, evidentemente, la riqueza a repartir es exigua, pero permite a una minoría vivir de ello. Cuando un mercado “winner-take-all” se expande (como en Francia, por ejemplo) el grupo de los que acumulan la riqueza es mayor, pero también crece la proporción de los que ganan muy poco (hay una gran mayoría de autores y editoriales que solemos olvidar cuando hablamos de cómic en Francia y de EEUU, pero como dije, volveré sobre esto). Por tanto, mejoren lo que mejoren las ventas generales en el cómic, siempre habrá más autores que no vivan de ello que autores que sí lo hagan. Eso no una invitación a desesperarnos. Más ventas y más mercado, también supone más profesionales mejor remunerados. Pero en el tipo del mercado creativo en el que nos movemos los ganadores se lo llevan todo.

Así que, si eres uno de ellos, ¡enhorabuena y ojala te dure! El resto de profesionales (o no), estamos trabajando en ello.

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6/2/14

El profesional y el artista

La ley de Sayre dice que en cualquier disputa la intensidad de los sentimientos es inversamente proporcional a la magnitud de los temas tratados. Un politólogo americano añadía que, por eso, en el mundo académico los rencores son tan amargos: hay muy poco que repartir. Dicho de otra forma, cuanto más pequeño el pastel más traperas las puñaladas.

Parece que en el mundo del cómic pasa un poco esto. De hecho, se producen debates que a veces me resultan del todo marcianos. Por ejemplo sobre quién es profesional y quién no, o sobre el intrusismo laboral (¿?). Al contrario que en otras artes, para el dibujante de cómic, la aspiración de convertirse en “profesional” (en el sentido más reduccionista del término) debe ser obligatoria. De lo contrario uno es un esquirol. Y se distingue la pureza de sangre de la herejía por cómo cada cual paga sus facturas y no, como a muchos nos gustaría, por la calidad del trabajo.

¿Pero de dónde viene esto que, al parecer, no pasa en otras disciplinas artísticas o al menos no pasa en la misma medida? Sin pensar mucho me viene una lista tan larga como mi brazo de escritores que nunca vivieron de escribir –la expresión “poeta profesional” suena hasta ridícula-.

Una de las razones que se me ocurren es que en el cómic no ha habido una verdadera crítica, como en literatura o en la pintura. Y aunque esté cambiando muy poco a poco no hay (casi) estudiosos, filósofos del arte y demás que se hayan dedicado a analizarlo, a publicar artículos en revistas académicas y que hayan establecido un verdadero canon de obras y autores que aparezcan en libros de texto. Por eso la forma más sencilla de distinguir entre el verdadero dibujante y el cantamañanas es la paga (o la falta de…). ¡Qué se le va a hacer! No somos un colectivo demasiado proclive a las abstracciones. Más bien la versión artística del conocido “shut up and calculate”.

Otras razones las daba Fernando Tarancón, editor de Astiberri, en una entrevista:
“Durante el 90% de la historia del cómic en este país, se ha entendido el cómic primero como un oficio, como una profesión, y muy en segundo término (o ni eso) como un arte. Eso ha condicionado muchísimo el debate sobre qué es ser autor de cómic y qué no lo es. En ninguna otra disciplina he oído plantear que, por ejemplo, un novelista no es novelista si no vive exclusivamente de escribir novelas, o que es menos novelista si lo compagina con la docencia, los artículos periodísticos o con ser bedel de un instituto. He leído muy pocas entrevistas con escritores en los que se les pregunte si se puede vivir de esto. Ojalá todos los escritores pudieran vivir de sus novelas, poemas, ensayos o lo que quiera que escriban, pero el principal baremo para juzgarles es la calidad de su obra, independientemente de que viva al 100% de eso o sean rentistas que escriben por entretenerse. En el cómic creo que hay una obsesión porque los ingresos procedan exclusivamente del cómic, y creo que esa obsesión se debe fundamentalmente a esa tradición "profesional" (…).”
Bilbao 24 Horas, 12 Marzo 2013
Pero la cuestión permanece. ¿Es legítimo que alguien publique tebeos sin esperar un pago razonable por su trabajo?

Ojo, no hablo de contratos leoninos que se aprovechan del dibujante, que los hay. Ni de empresarios canallas que esperan dibujos gratis a cambio de “visibilidad” o “futuros encargos”, que también los hay. No hablo de hacer cómic de agencia, con plazos de entrega y estricta política editorial, gratis. Ni hablo de encargos diversos en los cuales se nos pide de todo a cambio de nada. Lo que me pregunto es, si es legítimo, como algunos compañeros dudan, realizar proyectos personales, en los que el dibujante es perfectamente consciente de que, por las características del mercado y de la editorial en cuestión, el pago va a ser mínimo. Que, en definitiva, no sale a cuenta aplicando criterios económicos. ¿Hace falta ser masoquista o esquirol? ¿Uno está “devaluando el oficio”? ¿O hay otras explicaciones? Seguiremos con ello en la próxima entrada.

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